PARÁBOLAS DE JESÚS
B. Sobre la Gratitud
1. La Deuda Perdonada
Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así
que fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Ahora bien,
vivía en aquel pueblo una mujer que tenía fama de
pecadora. Cuando ella se enteró de que Jesús estaba
comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de
alabastro lleno de perfume. Llorando, se arrojó a los pies
de Jesús, de manera que se los bañaba en lágrimas.
Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba
y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que
lo había invitado dijo para sí: «Si este hombre
fuera profeta, sabría quién es la que lo está
tocando, y qué clase de mujer es: una pecadora.»
Entonces Jesús le dijo a manera de respuesta:—Simón, tengo algo que decirte.
—Dime, Maestro —respondió.
—Dos hombres le debían dinero a cierto prestamista.
Uno le debía quinientas monedas de plata, y el otro
cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les
perdonó la deuda a los dos.
Ahora bien, ¿cuál de los dos lo amará
más? —Supongo que aquel a quien más le
perdonó —contestó Simón.—Has juzgado
bien —le dijo Jesús.
Luego se volvió hacia la mujer y le dijo a
Simón:—¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu
casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado los
pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú
no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de
besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con aceite,
pero ella me ungió los pies con perfume.
Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados.
Pero a quien poco se le perdona, poco ama.
Entonces le dijo Jesús a ella:—Tus pecados quedan
perdonados. Los otros invitados comenzaron a decir entre
sí: «¿Quién es éste, que hasta
perdona pecados?»
—Tu fe te ha salvado —le dijo Jesús a la mujer—; vete en paz.
Lucas 7:36-50