La palabra del Señor da frutos... y en abundancia
Mientras no aceptes verdaderamente tus límites, no podrás
construir nada sólido,
pues te pasas el tiempo deseando los
instrumentos que están en manos de los demás,
sin darte
cuenta que tú también posees otros, diferentes pero
igualmente útiles.
No niegues tus límites, sería
desastroso. Negarlos no los suprime.
Si existen, ignorarlos
sería darles una fuerza misteriosa de destrucción contra
tu vida.
Por el contrario, míralos de frente, sin exagerarlos,
pero sin minimizarlos tampoco.
Si puedes cambiarlos en algo
¿qué esperas para hacerlo con calma y perseverancia?
Si
no puedes hacer nada, acéptalos.
No se trata de resignarte,
inclinando la cabeza, sino de decir SI levantándola.
No se trata
de dejarse aplastar, sino de soportar y ofrecer.
Tranquilízate.
Dios te observa y a sus ojos, no eres ni menos
grande ni menos amado que cualquier otro hombre. Ofrécele tus
preocupaciones, tus penas, tus pesares... y cree más en Su poder
que en tu eficacia.
En la medida en que compruebes, aceptes y ofrezcas tus limitaciones a
Dios,
descubrirás que tu pobreza se convierte en una inmensa
riqueza.
No es humildad creerse el más desprovisto de todo.
El humilde
auténtico nada teme, ni siquiera a sí mismo, ni sus
cualidades, ni sus límites,
ni a los demás, ni las cosas.
Teme a Dios.
Cuando recibes un regalo de un amigo, abres el paquete, lo
miras, lo admiras y se lo agradeces.
El Padre del Cielo te ha hecho
muchos regalos. A menudo no osas mirarlos ni alegrarte de ellos.
Los
regalos del Padre no son para tu uso personal. Son para los
demás y para El.
Cuanto más hayas recibido para ser y
tener, tanto más responsable eres.
De modo que, si algo hay que
temer, no es el reconocimiento de tus cualidades,
sino el no emplearlas.
Acéptate a ti mismo, pero acéptate también frente
al otro. Sé tu mismo.
Los demás te necesitan, tal como el
Señor ha querido que fueras.
Dite a ti mismo: voy a llevarle
algo, pues nunca se encontró con alguien como yo
y nunca se
encontrará, pues soy una persona única salida de las
manos de Dios.
En cierto sentido somos incompletos.
Todos los hombres reunidos forman
la humanidad y en Cristo, el cuerpo místico.
Tus límites
son una invitación a la unión con todos los demás,
en el amor.
Sólo desea lo siguiente:
ser plenamente, sin
tachaduras, aquel que Dios quiere que seas... y serás perfecto.
Una franca lucidez, un acto leal de ofrenda en la Fe te liberará
definitivamente de tus ataduras
y por fin serás tú mismo.
Sólo con esta condición triunfarás y podrás
ayudar a los demás.
Michel Quoist
La Esperanza en el corazón
Todo saldrá bien. Ya lo verás.
Vas camino hacia algo mejor
y hasta llegar ahí solo es cuestión de tiempo...
Recuerda otros momentos de tu vida,
momentos en los que te preguntaste
si acaso podrías superar la adversidad.
Al final... siempre pudiste.
Trata de pensar en eso ahora,
mientras miras en tu interior.
Date tiempo necesario para vivir
en carne propia todo lo que estás sintiendo...
Tiempo para manejar y disfrutar las
emociones...
Escabúllete hasta ese lugar que
está en lo más profundo de ti,
donde te sientes más afianzado, seguro y a salvo.
Ese lugar es fuerte y auténtico,
y tengo la sensación de que vive en tí
con más belleza de la que supones.
La ayuda está aquí, por si la necesitas.
Pero lo que más te ayudará es recordar
ésto:
Si eres capaz de darles una oportunidad
a todas las cosas, todo saldrá bien.
Te lo prometo.
"Si tu corazón está en el lugar correcto,
¿qué más queda?"
Desconozco su autor